El dulce sabor de la deuda


Para quien esté en severo estado de deuda, probablemente no crea que esto tenga un sabor dulce. Lo más seguro es que piensen que es más bien algo amargo. Así que déjeme explicarle a qué me refiero con este título.

Fue una tarde cálida de 1991 cuando mi vida cambió para siempre. Era un estudiante en la universidad Palm Beach Atlantic, en Estados Unidos. Iba camino a mi clase matutina, cuando me encontré con una gente que presentaba tarjetas de crédito de un banco reconocido. Estaban muy bien vestidos y con grandes sonrisas en sus rostros. Ofrecían una barra de chocolate si los alumnos llenaban un formulario para aplicar para una tarjeta de crédito. No le vi nada malo, y tenía hambre. Completé mi cuestionario y escogí mi golosina. El chocolate sabía bien, y en ese instante me satisfizo mis antojos. Poco sabía lo que esa golosina “gratuita” realmente me costaría.

Como seis semanas después, recibí una tarjeta plástica con mi nombre; nunca me había sentido tan poderoso. Y durante los siguientes meses la use responsablemente.

Pero, ocurrió algo que alteró mi comportamiento: me hice de una novia. Con ganas de impresionarla, la invitaba a cenar a diario y le compraba cosas que no podía pagar. Literalmente, cambié de la noche a la mañana. Tenía una tarjeta de crédito, ¡podía comprar todo lo que quería!

No pasó mucho tiempo para que me sobrepasara del límite. Recuerdo la vergüenza que sentí cuando mi tarjeta fue declinada en un restaurante y, me tocó pagar en efectivo. ¡Ciertamente esto era un error! ¿No leyeron la fecha de expiración de la tarjeta? Todavía faltaban muchos meses para vencerse. Ellos me explicaron que su máquina les indicó que yo me había sobrepasado. ¿Cómo gasté tanto dinero? Me acuerdo que me preocupé pensando que no habría forma de pagar el monto total ese mes.

Pero, ¡buenas noticias! Cuando recibí mi cuenta mensual, noté por primera vez que no era necesario que pagara el monto completo. Si quería podía sólo pagar un porcentaje.

Desafortunadamente, no aprendía rápidamente, por lo que durante los siguientes años aprendí dolorosas pero valiosas lecciones acerca de las tarjetas de crédito.

Al inició creí que podía dejar de usar la tarjeta, pero entendí que no era así. Así es cómo te atrapan. Experimenté el sabor dulce de gastar dinero que no tenía. Esa barra de chocolate me tentó, y el sabor de gastar dinero me atrapó en un nuevo mundo del cuál no podía encontrar la salida.

Otra lección que aprendí, fue que si pago mi cuenta a tiempo (aunque no completa), van a incrementar su límite. Cuando dejen de hacerlo, no importa, habrá otros bancos y otras tarjetas.

Para terminar con el cuento, me gradué de la universidad con $8,000 dólares de deudas por tarjetas de crédito y $12,000 dólares en préstamos estudiantiles. Debía más dinero de lo que mi educación realmente costó. ¿Cómo sucedió esto? Compré cosas que no necesitaba, para impresionar personas que no conocía, todo con dinero prestado. Al final, me tomó 4 años pagar todo. El haber acabado la universidad y con tanto dinero por pagar, tuvo un gran impacto sobre mi libertad financiera, ya que debía concentrarme en cancelar mis deudas.

Proverbios 22:7 dice: “Los ricos son los amos de los pobres; los deudores son esclavos de sus acreedores”. Palabras muy ciertas, lo digo yo por experiencia propia. Ahora veo que esa golosina me costó $8,000 dólares de gastos e intereses bancarios.

Si usted está leyendo esto y cree que también ha vendido su libertad económica por un dulce, quiero decirle que no es muy tarde. Cuando vemos nuestros cuerpos y vemos que hemos comido demasiados chocolates, nos ponemos a dieta. Decida hoy empezar una dieta financiera. Cuando hacemos una dieta, consumimos menos calorías que las que quemamos. Lo mismo es con el dinero: debe gastar menos dinero del que gana. También tiene que hacer ejercicios. En este caso, debe ejercitarse en no hacer compras impulsivas.

Lo bueno es que usted sí puede salirse de las deudas, pero requiere esfuerzo y una decisión a largo plazo de cambiar su estilo de vida financiero. ¡Empiece hoy mismo!

Escrito por Steve Scalici - Vise Presidente del grupo financiero Treasure Coast Financial