La palabra de Dios es la espada del Espíritu, y esa espada
traspasa los corazones y literalmente “los rompe”, “los quebranta”. Una
predicación correctamente dada por un ministro de Dios tiene la gracia de
cambiar la vida de una persona para siempre, tiene el potencial de llevar al
pecador al redil de Dios, puede levantar al caído y puede “enderezar” las
veredas de muchos. Es por eso que cada predicador debe asumir con total
conciencia la tarea a realizar, sabiendo
que la responsabilidad es grande, pues el púlpito no es para “hacerse famoso”
ni para aprovecharlo para intereses personales, sino todo lo contrarios, al
predicar el ministro de Dios debe estar “muerto al yo” y la palabra de Cristo
tiene que ser la que hable por su lengua.
Todos los lectores de la Biblia entienden que el mensaje de
Jesucristo, que es el mensaje central de todos los libros de la Biblia, tiene
como eje principal el de poner nuestra mirada en los cielos, en vivir de una
forma “santa” para que la salvación regalada a través de la cruz no sea echada
a la basura. Jesús nos dice que busquemos el reino de los cielos y su justicia,
y todo lo demás vendrá por añadidura, entendiéndose claramente que Dios conoce
nuestras necesidades y será Él quién nos
las suplirá.
Tenemos un serio y sutil peligro cuando nuestra mirada
comienza a darle “prioridad” a las cosas del mundo, o podríamos decir también a
la “añadidura”. Si le damos un valor trascendental a las cosas materiales por
creer que Dios quiere que seamos “millonarios”,
nuestros valores como cristianos comienzan sin dudas a “distorsionarse”,
empezando a pensar que Dios mira como lo hace el mundo, juzgando la bendición
por “cuanta riqueza tenemos”. Esa más bien es la mirada del mundo, que vive
tratando de llenar su corazón con “posesiones” pasajeras que no logran
satisfacer al espíritu del hombre.
Si nuestra mente es engañada por un mensaje “materialista”
es muy probable que nos lleve a un deseo exacerbado por el dinero, y a un
sentimiento de “frustración” constante al ver que muchos de los que no siguen a
Cristo, tienen muchísima más riquezas materiales que los que somos cristianos.
Por lo expuesto, no logro encontrar nada positivo en una
predicación centrada en el materialismo, sino al revés, veo un peligro sutil
que nos puede desviar del camino del Señor.
1 Timoteo 6:10 “Porque raíz de todos los males es el amor al dinero”
Víctor Ramos
Actualidad Cristiana